miércoles, 25 de noviembre de 2015

La ofensiva inglesa

Inglaterra se convierte en una gran potencia con Isabel I, quien asciende al trono en 1558. Durante los treinta primeros años de su reinado no protagonizó ninguna guerra abierta contra España, aunque tampoco hizo nada para evitar que ingleses como el contrabandista de esclavos Hawkins o el corsario Drake atacaran América. Pero su política internacional viró hacia una posición opuesta en 1588, después de la derrota de la Gran Armada. A partir de entonces, tanto ella como su sucesor Jacobo I, concedieron patentes de corso a diversos personajes que asaltarán puertos, naves y otras posesiones españolas en el Nuevo Mundo.
Estos dos piratas atacaron Cartagena de Indias, Hawkins en 1568 y Drake en 1586. El primero bloqueó, sin mucho éxito, la ciudad cuando el gobernador le prohibió, según las leyes de Indias, comerciar en ella con esclavos. El segundo atacó Cartagena tomándola por completo y devolviéndola tras un alto rescate. Después de este ataque, Drake se unió a la defensa de Inglaterra frente a la Gran Armada y, en 1595, junto a Hawkins atacaron las plazas y barcos españoles en el Caribe, con el apoyo total de Isabel I. Pero esta misión fracasó por las disensiones internas en el mando inglés y por la resistencia española. Hawkins murió en combate y Drake intentó tomar Panamá, aunque fracasó nuevamente y murió.
A finales del siglo XVI, la lucha contra el exclusivismo español, tanto por los corsarios apoyados por sus reyes como por otras acciones piráticas, tuvo su culmen en Hugo Grocio y su teoría del mare liberum, que rechazaba la posesión del mar por una nación concreta. Esto fue muy bien acogido por las monarquías europeas que se lanzaron a la conquista de territorios que, según el Tratado de Tordesillas, pertenecían a la Monarquía Hispánica o a Portugal.

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