Mucho se ha escrito sobre los relatos de piratas en el ámbito literario,
pero hoy le toca el turno a una de las mejores novelas del escritor italiano
Salgari. La historia que nos ocupa gira en torno al deseo de venganza de tres
hermanos, conocidos como el Corsario Negro, nuestro protagonista, el Corsario
Rojo y el Corsario Verde. Estos hermanos, filibusteros, no poseían la misma
forma de pensar que el resto de piratas, pues no vivían centrados en el oro y
el saqueo, sino que eran nobles europeos que habían abrazado esta forma de vida
como medio para poder vengarse del flamenco Wan Guld, gobernador de la colonia
española de Maracaibo. El motivo era que dicho gobernador había cometido
traición durante la guerra de los 30 años en Europa, causando la muerte del
cuarto de los hermanos. Así pues, tras esto, los ataques de los hermanos a Wan
Guld fueron continuos.
No obstante, durante estos ataques son capturados dos de los corsarios,
el verde primero y, más tarde, el rojo. Ambos reciben el mismo castigo,
muriendo en la horca. Después de la
ejecución, el Corsario Negro consigue recuperar los cuerpos de sus dos hermanos
y, como dice él, “enterrarlos” en alta mar.
El Corsario Negro es un filibustero atípico, ya que, a pesar de sus
deseos de venganza, no presenta esa violencia sanguinaria propia de los piratas.
Se nos presenta como una persona que sabe reconocer la valentía de sus enemigos,
como por ejemplo, la del Conde de Lerma (que acabará muerto a manos del Corsario
Negro pese a la admiración que este le profesa) y la del soldado catalán que,
en un primer momento, se presenta como enemigo, pero le termina ayudando a
perseguir a Wan Guld.
La obra posee variados momentos de acción, como las luchas navales, los
asaltos a las ciudades de Maracaibo y
Gibraltar, la persecución por la selva… En las batallas aparecen piratas
famosos del siglo XVII, época dorada de la piratería, como son Pedro el Olonés, el pirata Morgan y el Vasco, personajes que están presentes también en
otras novelas del género.
La trama se complica cuando el protagonista, ciego de ira, aborda un
navío español y captura a una hermosa dama de la cual se enamora. A pesar de
que una profecía le avisó de que la mujer de la que se enamorase sería su
perdición, el corsario no logra resistirse a ella.
Más adelante, el soldado catalán reconocerá a la dama capturada, la cual
resulta ser hija del gobernador. Entonces, el Corsario Negro, obligado por el
juramento que hizo a sus hermanos fallecidos de exterminar a todo el linaje de
Wan Guld, abandona a su amada en una barca a la deriva. Este suceso es
absolutamente sobrecogedor, pues él quiere vengar a sus hermanos, pero no
quiere manchar sus manos con la sangre de la doncella, así que decide, muy a su
pesar, que el mar sea su verdugo.
—Mire —continuó el Corsario, aún más exaltado—. El mar
refulge igual que la noche en que dejé caer en su seno los cadáveres de mis
hermanos, víctimas del padre de usted. Allí están... mirando mi nave... Sus
ojos me suplican... me piden venganza... Han vuelto a la superficie para exigir
que cumpla mi juramento... ¡Sí, hermanos! Les vengaré... ¡aunque yo ame a esta
mujer!... ¡Velen por ella... socórranla, porque la amo! ¡La amé!...
El relato se cierra con
las lágrimas derramadas por el Corsario Negro, ante la mirada estupefacta de la
tripulación, pues jamás se le había visto llorar.
Como dato de interés, cabe señalar que esta obra de Salgari es llevada a
la gran pantalla de la mano de Terence Hill y Bud Spencer, aunque prácticamente
la única similitud que guarda con el libro es el título.