viernes, 30 de octubre de 2015

La viuda I-Ching, pirata


"Ha habido corsarias: mujeres hábiles en la maniobra marinera, en el gobierno de tripulaciones bestiales y en la persecución y saqueo de naves de alto bordo.”Pero, entre todas ellas, a Borges pareció fascinarle especialmente la “aguerrida viuda de Ching”. No conocemos su nombre, pero sabemos que su marido contaba con una larga lista de antepasados piratas. Así, cuando este murió envenenado, su viuda rechazó sumirse en el desconsuelo y sintiéndose traicionada asumió el control de toda la flota. Demostró ser apta para el oficio y estableciendo una serie de estrictas normas, prosiguió atemorizando los mares de la China. El gobierno imperial, decidido a poner fin a tanta barbarie, envió una flota comandada por Kvo-Lang. Todo fue en vano: tras una encarnizada batalla, Ching venció y el almirante, desesperado, optó por el suicidio. Como consecuencia del éxito, los saqueos aumentaron, aldeas enteras fueron arrasadas, y el emperador, frustrado por su derrota intentó un segundo ataque. Esta vez logró su objetivo: los piratas se vieron abatidos por el inmenso ejército imperial. Sabiéndose vencida, la viuda de Ching no tuvo más remedio que implorar perdón. Rememoró la fábula en que un dragón “siempre había protegido a una zorra, a pesar de sus largas ingratitudes y constantes delitos”, y esperó gozar de su misma suerte. Así fue: dedicó el resto de su vida al contrabando de opio.






Esta es la historia que narra el escritor argentino, que recoge con bastante fidelidad los hechos históricos. Es cierto que existió una pirata oriental, viuda de un tal Ching, que dirigió flotas enteras. De ella se dice que tenía un carácter fiero y una severidad que constatan las reglas que imponía para sus barcos: “Cualquier violación que se ejerza con una mujer sin permiso del mayordomo, será castigada con la pena de muerte.”. También son verídicas las batallas, el suicidio del almirante, la derrota de los piratas frente a las naves imperiales, la súplica de perdón de la pirata Ching… Lo único ficticio del relato es la fábula final a la que se alude.
Las fuentes históricas recogen, además, el testimonio de un prisionero inglés: Mr. Glasspool, que “tuvo la desgracia de caer en manos de los piratas en septiembre de 1809, a pocas millas de Macao.”. El testigo nos ofrece descripciones de los piratas, de sus armas: “Cerca de unos veinte villanos con cara de facinerosos […] armados de dagas en ambas manos, una de las cuales nos pusieron al cuello, y con la otra nos apuntaban al pecho”; de sus métodos, sus fechorías y sus técnicas de saqueo: “[…] al llegar a tierra arrasaban los sembrados de arroz y las plantaciones de naranja, haciendo daños muchas millas a lo largo de las riberas.”.
La fama que alcanzó la viuda Ching es innegable. Tanto, que ha llegado hasta nuestros días, inspirando incluso personajes de la gran pantalla. 



jueves, 29 de octubre de 2015

La Edad de Oro de la piratería

Europa. Finales del siglo XVII. Las tropas españolas han perdido la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). La Armada está destrozada, el Estado sufre una profunda crisis agravada por un incompetente gobierno resultado de la sucesión de Felipe IV en su hijo Carlos II el Hechizado. España no puede hacer frente a todos los problemas que se le plantean desde el exterior de sus dominios. Las demás potencias europeas, igualmente arruinadas, desean aprovechar la debilidad de la monarquía, con un rey enfermizo y voluble, para apropiarse de los territorios de los Austrias Españoles.

La situación del Viejo Continente llega a las Indias. La piratería surgida a lo largo del siglo XVII, aunque frenada por la Armada, alcanza su Edad de Oro en el último tercio del siglo por el desmoronamiento de la Marina.


En este contexto aparece Bucaneros de América, un relato escrito por Alexander O. Exquemelin. El libro narra los hechos más relevantes que llevaron a cabo los piratas en el Caribe contra las mercancías y ciudades españolas. A través de detalladas descripciones, Exquemelin nos transporta a las islas acompañando a famosos piratas como Francisco Lolonois y Juan Morgan además de llevarnos a sus aventuras como bucanero. 

miércoles, 28 de octubre de 2015

Romanticismo y piratería

La piratería ha sido un tema tratado desde la literatura del siglo XVII a raíz de la existencia de piratas desde el siglo anterior, sobre todo en Hispanoamérica.
En el siglo XIX durante el Romanticismo el tema de la piratería en los textos literarios toma mucha importancia y cambia el tratamiento de los escritores hacia él. Los piratas retratados aparecen muy idealizados porque dejan de ser bandidos y ascienden a héroes nacionales, representantes de los máximos valores individuales del Romanticismo.
En este momento se ensalza la figura del pirata como un símbolo idealizado de la libertad. En la literatura hispanoamericana el pirata se convierte en una figura positiva que encarna la libertad frente a la dependencia respecto de España y de su sistema dominador. Por tanto, tiene una finalidad educadora y refleja en cierto modo el tema de civilización y barbarie tan presente en la literatura hispanoamericana. Algunos ejemplos son: Amalia (1851-1855) de José Mármol, La novia del hereje (1854-1855) e  Inquisición de Lima (1870) de Vicente Fidel López.
En Europa la literatura sobre piratas también se consolida en el Romanticismo, en un momento de exaltación de la libertad individual frente al predominio de la razón, de la ciencia y del determinismo. Asimismo el pirata era la imagen de todas las aspiraciones que del individuo romántico. Son obras en las que el protagonista se deja llevar por su yo interior, no rigiéndose por las normas establecidas y luchando por su libertad individual en contra de lo que le oprime. Todo ello cargado de pasión y emociones.
Se ambientan en tiempos lejanos y exóticos, especialmente en lugares como América. Los escritores otorgan cierta dosis de verosimilitud como si los hechos que se cuentan fueran reales. Destacan las siguientes obras: El corsario (1814) de Lord Byron, La canción del pirata (1839) de José de Espronceda, La isla del tesoro (1881-1882) de Robert Louis Stevenson o The pirate (1880) de Walter Scott.
En conclusión, la piratería en el Romanticismo es un tema de gran interés puesto que revela una visión general del contexto histórico en el que surge, encarnada en un personaje marginal de la sociedad. Además, posee un gran valor literario en cuanto a que la imaginación es parte fundamental de estas obras. Es un perfecto ejemplo de docere, movere y deleitare.
A continuación se muestran dos conocidos ejemplos de poemas románticos sobre piratas:


Con diez cañones por banda, 
viento en popa, a toda vela, 
no corta el mar, sino vuela 
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman, 
por su bravura, el Temido, 
en todo mar conocido 
del uno al otro confín.
[…]
Que es mi barco mi tesoro, 
que es mi dios la libertad, 
mi ley, la fuerza y el viento, 
mi única patria, la mar
. 
Canción del pirata (1839) José de Espronceda.


- I -

                              
   «Del negro abismo de la mar profunda
sobre las pardas ondas turbulentas,
son nuestros pensamientos como él, grandes;
es nuestro corazón libre, cual ellas.
Do blanda brisa halagadora expire,
do gruesas olas espumando inquietas
su furor quiebren en inmóvil roca,
hed nuestro hogar y nuestro imperio. En esa
no medida extensión, de playa a playa,
todo se humilla a nuestra roja enseña.[…]

El corsario (1814) Lord Byron.